viernes, 17 de octubre de 2014

El alquimista de las hamburguesas

Cuando estaba en Cork cocinaba mucho. Menuda obviedad, no tenía a la mamá para hacerme la comida. Lo pasaba realmente bien en aquella cocina que se caía a trozos con fogones lentos y débiles. Teníamos unos cuchillos que no eran capaces de cortar ni tan siquiera la mantequilla. Yo solía comentar que si en alguna ocasión entraba un ladrón en casa, tendría que acomodarle en el sofá para poder matarlo. Aquellos cuchillos eran horribles. La gente aún alucina cuando les digo que me llevé un cuchillo en la maleta cuando volví a Rainland después de navidad.



Me gustaba cocinar y no tener a mi madre encima observando lo que hacía o lo que debía hacer, era un absoluto placer. Cocinábamos juntos Benny, Charlotte y yo, éramos una familia feliz. Hasta que rompieron el plato del amor y todo se fue a freír espárragos. Como en un divorcio, yo fui el más perjudicado, me fui con el que más quería: Papa Braun. Cocinábamos muchas verduras con pasta. Ese era nuestro plato estrella y tratábamos de reinventarlo utilizando alguna de las siete especias que compramos en nuestro primer viaje a Lidl. A Charlotte no la dejábamos cocinar. Su ansía alemana por ser eficiente hacía que la comida estuviera cruda y mi paladar ya no podía comer más zanahoria o calabacín crudo. No, no me vengáis con la típica excusa de: “Crudo conserva mejor las vitaminas”.

Tuve una época totalmente innovadora. Traté de imitar la lasaña vegetal que comimos en la posada de Dingle; bordé una mousaka griega y mi mayor éxito reconocido por mis tres comensales favoritos: unos tallarines frescos de Tesco con salsa arrabiatta  y verduras.

No he venido a explicar aquí qué cocinaba en aquellos felices tiempos en los que vivía fuera de casa. Hoy he estado en el supermercado (hacía eones meses que no lo pisaba) y he dado una largo paseo por la sección de condimentos. Me encantan las especias y cuando las utilizo en la comida me siento como un alquimista. He decidido comprar carne picada para hacer hamburguesas. En un brote de nostalgia cocinera y de hábitos mañaneros, he pasado por el pasillo de los zumos y he tardado en decidirme entre Minute Maid o Granini. Finalmente con su 47% de fruta, el vencedor ha sido Granini quien le ha asestado un gancho a Minute Maid. Cuando he llegado a casa he dedicado unos veinte minutos de búsqueda intensiva en internet sobre las mejores formas de sazonar y condimentar tus hamburguesas. He entrado en una espiral de opciones mayor que cuando has de elegir el color del coche. Echarle comino en grano, curri, guindilla picada, cebolla o incluso trozos de queso mezclados con la carne.

Al final he decido ser yo mismo el Dr. Chiflado e innovar sobre una base típica de ajo, perejil y sal. Aun cuando me toco la nariz puedo inspirar restos de pimienta que han quedado en la palma de mi mano. He estornudado ya unas once veces en tan solo sesenta segundos. He tardado otros treinta segundos en decidir entre ponerle romero o tomillo a la hamburguesa y después en añadir curri o cominos en grano. Aún no las he probado pero huelen estupendas.

¿Por qué os cuento todo esto? Hoy me siento muy creativo. Quizás tenga que ver que mi situación de estrés ha alcanzado el 90%. Comienzo a verle la cresta a la ola y como yo, creo que todos los estudiantes somos unos inocentes. Ayer mientras corría por la playa me di cuenta que ya había pasado un mes desde que me reinsertaron en la selva de la UB. Desde entonces he hecho amigos. Hay buena gente ahí dentro aunque también hay competencia. También hay Erasmus, algunos más perdidos que mi abuela en IKEA. Y sobre todo, también hay trabajos, muchos trabajos. En verano sacaba pecho cuando hablaba del tiempo libre que iba a tener. Mi pecho está caído de arrepentimiento. Desde que hago francés y empecé mi curso de oratoria, las tardes se reducen a martes y jueves. Cuando no he de estudiar, he de continuar elaborando un informe sobre la exportación de juguetes a México; cuando no es un informe, es el tener que repasar; cuando no es todo lo anterior son los otros tres trabajos que elaboro o las preposiciones de lugar en francés.

Jamás pensé que diría esto pero si algo me despeja y me relaja al final del día es el ir a correr por la playa. Estoy orgulloso porque comienzo a tener caras conocidas en mi mente: la chica que avanza como un contenedor cuesta abajo a pasos cortos pero decididos mientras sopla tres veces por segundo; el grupo de hombres cincuentones que va a correr en grupo cuando yo ya vuelvo; el joven de treinta y pocos que sabe que está mazo de fuerte y por eso se ha equipado con todo tipo de ropa cantona para correr como sus zapatillas Salomon que reúnen los colores del arcoíris.

Toda esta carga de trabajo se ve reflejada en una blandengue agenda azul que ya ha sido deformada por la libreta en tres ocasiones. Yo me doy un pequeño capricho los viernes y no lo dedico a nada académico porque es el día que es: viernes. Le he dado una nueva oportunidad a mi querida Minolta X-700. Hoy he ido al Fotoprix a por dos carretes y una mujer que ha alucinado con mi belleza (la cámara) ha pensado que tenía conocimientos de fotografía. Cariño mis conocimientos no se extienden más allá de obturador y diafragma.

Mañana ceno en una basta pizzería donde pedir una pizza con champiñones equivale a vaciar una lata entera de champiñones en conserva sobre la masa. Si la pides con jamón dulce entonces te podrás atragantar con una de las lonchas enteras.

Si no vuelvo a escribir es que me atraganté con una de ellas. 


Sara aún duda que yo haya hecho esta foto.

2 comentarios:

  1. Hacer de comer era uno de mis mayores desestresantes en época de exámenes. Esperaba a que comiera todo el mundo para poder estar tranquilo cocinando, sin madres encima. Te despeja mucho la mente y los resultados satisfactorios te acaban animando. Te recomiendo que lo hagas siempre que puedas.
    Ánimo con la reinserción en la selva-UB (es posible salir con vida, yo lo logré). Y calma, mucha calma, sobre todo si estás en último curso y todavía tienes que hacer el TFG del Mal.

    ¡Saludos!

    Xavi Medina

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Xavi! La verdad es que aquí lo hago mucho menos porque mi madre siempre tiene la comida ya hecha. Es una mezcla de sentimiento de culpa porque ya ha hecho la comida y pereza por tener que cocinar. Sin embargo durante los fines de semana siempre intento hacer algo!

      La reinserción como bien has leído mal aunque tengo unas ganas tremendas de dejar las aulas y ponerme a hacer prácticas.

      ¡Saludos Xavi!

      Eliminar