El día de fiesta empezó con mal pié. Me encontraba muy solo
y sin ningún plan emocionante y cargado de adrenalina con el que destacar aquel
único día de fiesta antes de volver al trabajo. Ni siquiera tenía a mi novia
cerca para hacerme un poco de caso. Unos trabajaban, otros de vacaciones y
otros sencillamente, no estaban disponibles. Me pasé toda la mañana adecentando
la habitación después de estar revuelta durante una semana y buscando los
calcetines detrás de la cama. A media tarde mi depresión ya era latente. Había
estado leyendo durante varios días blogs que creaban (muchas) ideas en mi
cabeza y todo se volvía como una espiral de tener mucho y nada al mismo tiempo.
Empecé a notar que estaba estancándome y comencé a plantearme la posibilidad de
tener alguno de los síntomas del que Marina llama burnout existencial. Sara que me entiende y me escucha, me dijo
algo sensato y simple: relájate. Lo mismo que Marina en su post.
Tras un viaje fallido al Carrefour en busca de un buen
muesli para desayunar y tahini para hacer hummus, volví a casa apenas media
hora antes de ir a ver a Mireia al camping en el que trabaja y zamparnos un
platazo de paella tamaño vasco. Cuando me dijo “Paella, en el camping” la
desconfianza me inundó. No podía haber buena paella en un lugar como aquel pero
cuando vi aquello, a punto estuve de comenzar a venerar una nueva diosa. A
parte de hacer pensar a su jefa que ella y yo éramos novios y seguirle la
corriente todo el rato, no hubo ningún acontecimiento más a destacar. El
ambiente en un camping es genial, me habría gustado que mis padres me hubieran
llevado de vacaciones a un camping. Allí el ambiente es menos artificial, es
más familiar y humano. Puedes ir a la parcela de al lado a pedirle pan y tú le
das servilletas, haces amigos, haces sangrías o paellacas como la que me comí
ayer. Los adolescentes se juntan entre ellos y hacen sus fechorías veraniegas. Los
chicos adolescentes del camping son como cazadores, tienen un tiempo y un
espacio limitado para cazar y el que consigue más y mejores presas, tiene mayor
reputación entre su Camping Clan (esto me lo acabo de inventar). Con suerte,
alguno tendrá un amor campero de verano. Los cotilleos deben volar entre
parcela y parcela. Otros jóvenes se escapan para salir de fiesta, otros más
pequeños se han de quedar jugando al ping pong.
Nos escapamos para irnos a barrakas de Santa Susanna en las que el ambiente era más bien
triste. Parecían unas barrakas de
+16. Estuve ayudando a Mireia a trazar su venganza sentimental entre Badoo,
páginas de contactos homosexuales y Tarot pero la chica sigue sedienta de
sangre. Mucho más incluso después de haber leído en Enfemenino, otros casos de
venganza frustrados. Estuve bebiendo cerveza mala toda la noche, mee un montón
y para acabar, me metí un chupito de Jack Daniels. La chica de la barra nos
miró incrédula a Enric y a mí ante nuestra demanda pero aun así, obedeció y se
quedó ahí delante esperando ver nuestras caras de sufrimiento. Aguanté el
concierto hasta que cogieron a dos borrachos de la pista y les afeitaron (mal)
la cabeza. Cuando esta mañana sus madres los vean, no los conocerán.
Escribí varios tweets borracho y decidí poner en pausa este
blog durante una semana al menos. El tiempo que me haga falta para poder
aclarar todas mis ideas. Sé que esto será duro para la inmensa cantidad de
lectores que tengo. Mis fans se suicidarán, releerán antiguos posts para saciar
su sed y gritarán entre lágrimas “Vuelveeee!”.
Volveré, más pronto de lo que pensáis.
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