domingo, 22 de junio de 2014

Yo nunca he bebido cerveza sin alcohol

Esta noche tengo plan (ni yo mismo me lo creo). Desde que volví de Bilbo no he visto a nadie. Ya sea por motivos de estudios o trabajo. Jamás pensé que podía decirlo, pero dios !Creo que necesito un poco de contacto humano cara a cara! Necesito discutir con mis amigos sobre nuestros problemas e intereses; escuchar a Mireia contarme sus ideas súper optimistas y por que no, también seguirle la corriente a Jim con sus bromas “Yao, random, troll face, mam”. Todo es tan “pueblo”, es incluso (quizás) normal.

Mis ganas por ver a gente, hablar e interactuar con ellos son tales que incluso, en un alarde de mis ganas por ver a alguien, esta tarde he acompañado a Alba a fotocopiar a un Carrefour en el pueblo de al lado. Alba tiene muchas virtudes, es guapa, lista, responsable y misteriosamente atrevida. Sin embargo cuando se trata de escuchar, es terrible, acciona el botón de piloto automático y su cara parece la de Belén Esteban, no se mueve. En la chirriante furgoneta Citroen de sus padres, que ya va por la segunda generación, ella me hablaba sobre sus problemas erasmusiles. Yo le he dado unos cuantos consejos como veterano que soy (el título me lo otorgo yo mismo) y a juzgar por su cara, por una oreja le ha entrado y por otra le ha salido. Ha sido fascinante. Se le ve una chica con mucho estrés pero a la vez le doy uno, dos y incluso tres aplausos por la vida que lleva. Me cuenta deprisa el resto de sus problemas (que se resumen a la universidad) mientras me utiliza para hacerle agujeros a las hojas y prepararlas para encuadernar. Teamwork yes. Después de bloquear la impresora, enviar tres mil ordenes de impresión, ha pagado y yo he aprovechado para comprar el pack de amigo enrrollado: 4 cervezas y dos pizzas. Lo parto, lo sé.

Esta noche vamos a cenar a casa del gigante Jim (un chico muy alto como bien indica la palabra su adjetivo) y después iremos a aquella zona de fiesta que tanto criticaba ayer. Sí, también lo sé, es un poco hipócrita pero no está tan mal cuando vas con gente así de maja a la que le importa una porquería el futuro. A veces admiro lo relajados que viven.

Al llegar a casa de Jim, mi pack de fiesta triunfa, pero solo yo he traído algo decente. Comenzamos a picar cerezas de la cocina hasta que las pizzas están listas. Jim opina que estas pizzas no se pueden hacer mucho porque son así (crudas). Para mi gusto, eso está crudo, crudo. Me las como igualmente. También hay más comida, así que no paso hambre.

Las cerveza ya corre libre de boca en boca y el asunto ha desvariado hasta el punto de bajarme la aplicación de Yo nunca (muy típico sí). Las preguntas son de lo más variopintas e impactantes en plan: Yo nunca he recibido un pollazo en el ojo o Yo nunca he cogido una mierda pensando que era una piedra (alguien bebió en esta última, so sad..). Al llegar las 12, las provisiones de alcohol se han agotado y algunos estaban jugando con cerezas (fruta, no licor). En pleno éxtasis del juego, decidimos ir al paki (como bien deduces, paki de pakistaní, enhorabuena) de la estación de tren y comprarle unas litronas. El plan marcha bien.

Hemos vuelto y estamos en la terraza de Jim con Pink Floyd de fondo. Me encanta, no hay nada más veraniego que su terraza. Sus padres son hiper hippies de primera generación. Son independentistas guays y lo tienen todo muy así naturista molón. Hablamos de lo privilegiados que somos, de la pobreza y de lo contentos que estamos (qué seriedad). Yo coincido. Podría haber añadido que eramos una panda de hipócritas pero no estoy en el momento ni la condición para defender mis argumentos (gracias sentido común por frenarme). Somo seres humanos y queremos más. Bebemos más, aprendo más cosas de esos mosquitos muertos (me incluyo) y acabamos haciendo recital de eructos. Delicioso.

Me canso y a las 2:30 vuelvo a casa. De camino escribo a Sara. Me pasa siempre, me pasaba en Cork y me pasaba aquí; cuando salgo sin ella de farra, tengo unas ganas inmensas de volver a ella y abrazarla en la cama doble de Deanshall, contarle cosas, reírnos un rato y hacer el amor (¿Puedo decir hacer el amor aquí verdad?). La echo de menos. Es sorprendente como esta chica me ha hecho replantearme mucho a mi mismo como persona. Las vascas son brujas y no lo digo yo, lo dice Álex de la Iglesia en Las brujas de Zugarramurdi.


Agur!

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