Esta noche tengo plan (ni yo mismo me
lo creo). Desde que volví de Bilbo no he visto a nadie. Ya sea por
motivos de estudios o trabajo. Jamás pensé que podía decirlo, pero
dios !Creo que necesito un poco de contacto humano cara a cara!
Necesito discutir con mis amigos sobre nuestros problemas e
intereses; escuchar a Mireia contarme sus ideas súper optimistas y
por que no, también seguirle la corriente a Jim con sus bromas “Yao,
random, troll face, mam”. Todo
es tan “pueblo”, es incluso (quizás) normal.
Mis ganas por ver a
gente, hablar e interactuar con ellos son tales que incluso, en un
alarde de mis ganas por ver a alguien, esta tarde he acompañado a
Alba a fotocopiar a un Carrefour en el pueblo de al lado. Alba tiene
muchas virtudes, es guapa, lista, responsable y misteriosamente
atrevida. Sin embargo cuando se trata de escuchar, es terrible,
acciona el botón de piloto automático y su cara parece la de Belén
Esteban, no se mueve. En la chirriante furgoneta Citroen de sus
padres, que ya va por la segunda generación, ella me hablaba sobre
sus problemas erasmusiles. Yo le he dado unos cuantos consejos como
veterano que soy (el título me lo otorgo yo mismo) y a juzgar por su
cara, por una oreja le ha entrado y por otra le ha salido. Ha sido
fascinante. Se le ve una chica con mucho estrés pero a la vez le doy
uno, dos y incluso tres aplausos por la vida que lleva. Me cuenta
deprisa el resto de sus problemas (que se resumen a la universidad)
mientras me utiliza para hacerle agujeros a las hojas y prepararlas
para encuadernar. Teamwork yes. Después de bloquear la
impresora, enviar tres mil ordenes de impresión, ha pagado y yo he
aprovechado para comprar el pack de amigo enrrollado: 4 cervezas y
dos pizzas. Lo parto, lo sé.
Esta noche vamos a
cenar a casa del gigante Jim (un chico muy alto como bien indica la
palabra su adjetivo) y después iremos a aquella zona de fiesta
que tanto criticaba ayer. Sí, también lo sé, es un poco hipócrita
pero no está tan mal cuando vas con gente así de maja a la que le
importa una porquería el futuro. A veces admiro lo relajados que
viven.
Al llegar a casa de
Jim, mi pack de fiesta triunfa, pero solo yo he traído algo decente.
Comenzamos a picar cerezas de la cocina hasta que las pizzas están
listas. Jim opina que estas pizzas no se pueden hacer mucho porque
son así (crudas). Para mi gusto, eso está crudo, crudo. Me las como
igualmente. También hay más comida, así que no paso hambre.
Las cerveza ya
corre libre de boca en boca y el asunto ha desvariado hasta el punto
de bajarme la aplicación de Yo nunca (muy típico sí). Las
preguntas son de lo más variopintas e impactantes en plan: Yo
nunca he recibido un pollazo en el ojo o Yo nunca he cogido
una mierda pensando que era una piedra (alguien bebió en esta
última, so sad..). Al llegar las 12, las provisiones de alcohol se
han agotado y algunos estaban jugando con cerezas (fruta, no licor).
En pleno éxtasis del juego, decidimos ir al paki (como bien
deduces, paki de pakistaní, enhorabuena) de la estación de
tren y comprarle unas litronas. El plan marcha bien.
Hemos vuelto y
estamos en la terraza de Jim con Pink Floyd de fondo. Me encanta, no
hay nada más veraniego que su terraza. Sus padres son hiper hippies
de primera generación. Son independentistas guays y lo tienen todo
muy así naturista molón. Hablamos de lo privilegiados que somos, de
la pobreza y de lo contentos que estamos (qué seriedad). Yo
coincido. Podría haber añadido que eramos una panda de hipócritas
pero no estoy en el momento ni la condición para defender mis
argumentos (gracias sentido común por frenarme). Somo seres humanos
y queremos más. Bebemos más, aprendo más cosas de esos mosquitos
muertos (me incluyo) y acabamos haciendo recital de eructos.
Delicioso.
Me canso y a las
2:30 vuelvo a casa. De camino escribo a Sara. Me pasa siempre, me
pasaba en Cork y me pasaba aquí; cuando salgo sin ella de farra,
tengo unas ganas inmensas de volver a ella y abrazarla en la cama
doble de Deanshall, contarle cosas, reírnos un rato y hacer el amor
(¿Puedo decir hacer el amor aquí verdad?). La echo de menos. Es
sorprendente como esta chica me ha hecho replantearme mucho a mi
mismo como persona. Las vascas son brujas y no lo digo yo, lo dice
Álex de la Iglesia en Las brujas de Zugarramurdi.
Agur!
No hay comentarios:
Publicar un comentario