Disney y
chocolate. Es lo que dice Sara que necesita ahora mismo. Quién lo iba a decir
de mí, alguien que nunca se queja de la universidad, pues lo voy a decir: por
fin es viernes. La primera semana de universidad no ha comenzado tan bien como
esperaba. De pasar a estar un año levantándose a las nueve para ir a la
universidad andando en solo diez minutos a tener que levantarse a las 6 de la
mañana para entrar a las 8:30 ha sido un gran shock temporal. Por decirlo de alguna forma científica, tengo un jet lag de colchón. A más a más tuve que
lidiar con varios desafortunados eventos: la caída de un rayo en la catenaria
de la estación me dejó tirado en la estación durante dos horas; la batalla por
ver quien se matriculaba antes en el curso de francés hizo que me pasara media
mañana fuera. Finalmente y para ponerle el acento a la “i” en Grandísima mierda
de universidad, tuve que lidiar con algún que otro profe desagradable cuyo
contenido no sirve ni para hacer compostaje.
Después de
esta crítica sobre la calidad educativa de mi maravillosa universidad y la
medición del Índice de Fortuna Diaria (concepto que obviamente me acabo de
inventar), puedo decir que los días han mejorado sustancialmente. He visto
crecer el atractivo de las asignaturas y mis nuevos compañeros de clase son
bastante majetes (además de listos). El simple hecho de tener mis clases en
inglés le ha añadido cierto punto extra de diversión a estas y he de admitir
que no esperaba tal calidad de acentos en los profesores. El grupo en el que
estoy este año recibe todo tipo de mimos: Un aula con aire acondicionado y
asientos acolchados; mesas espaciosas y un Wi-Fi de plena cobertura. Además hoy
he sabido que para la graduación, gozaremos de una orla privada. Como decía,
las aulas no tienen que ver con aquellas anticuadas y agrietadas aulas en las sin
ningún tipo de problema se podría haber grabado Clase del 66. Y qué hablar de esas mesas en las que a duras penas
te cabía una libreta y debías tener sumo cuidado al levantarte de la silla para
no tirar ninguna de las cosas del compañero o compañera de al lado.
He abandonado
el blog durante varios días (tres para ser concretos). Días durante los cuales
un guardia republicano iraní me ha dado latigazos mentales que decían entre
latigazo y latigazo “escribe, escribe, escribe” pero yo había tenido unos días
tan agotadores y frustrantes que lo único que me apetecía era dormir, comer
Nutella y ver Friends. Ahora he
vuelto. He vuelto para quedarme. La universidad me está absorbiendo un tiempo
verdaderamente valioso y cumplir con mis objetivos blogueros no va a ser tan
fácil como yo había supuesto.
Ayer fui a
correr por primera vez desde junio. Me sentí muy bien porque conseguí
despejarme del agobio escolar que tenía a raíz de los primeros días. Aun así también
pude comprobar cuan baja estaba mi forma en comparación a los mayorcitos de +40
que corren por el paseo. Estos mayorcitos (y mayorcitas) de los que hablo parece
que huyan de la muerte. Tienen unos niveles de motivación muy altos y sin duda también
un afán de superación sin límites. Vi una mujer luchando casi a punto de
desplomarse por llegar a su meta personal y finalmente descansar (menudo
mindundi estaba hecho a su lado). Otra cosa que se ha puesto muy de moda es el
patinete que increíblemente ha vuelto a las calles y ahora veo a mujeres con
sus 35 años en la espalda con la fiambrera de Varila colgando del manillar y recorriendo
los pasillos de la estación de Sants a contrareloj para alcanzar el metro a
falta de 39,..38,..37 segundos.
La semana que
viene ya me voy a Bilbao. Ya me esperan planes, muchos planes. Más me vale aprovechar
este fin de semana para correr porque ahí arriba me quieren engordar y vender
para navidad. Saben qué es bueno y qué no… ya me quieren llevar de pintxo pote
el jueves. Estamos preparando además una reunión de Erasmus en Bilbao y solo
imaginar a Miguel criticando a la sidra vasca me parto en tres la caja torácica.
Finalmente y
acabo con este post cutre salchichero, el domingo empiezan series: Madam Secretery. Mis dudas sobre esta
serie siguen pero recién descubrí que Morgan Freeman participa en la serie como
productor ejecutivo. Este descubrimiento incrementó levemente mis esperanzas en
ella. El lunes haré mi valoración final. Por último quiero comentar lo bien que
estoy leyendo en el tren. Allí me encuentro en una paz tan estupenda que estoy
a punto de empezar uno de los libros nuevos que me compré hace poco. Aún no me
he decidido entre leerme otra de las grandes obras de Franzen: Libertad o comenzar El psicoanalista de John Katzenbach.
Os dejo sin
nada más que comentar al respecto. Me he hecho un improvisado (y asqueroso)
batido de melocotón sin pelar. Escocia ha votado No a la independencia;
Catalunya sigue adelante con su consulta, celebrándolo como si no supieran que
el martes la consulta estará (desgraciadamente) paralizada.
Nos vemos
pronto, aquí en este estupendo blog.
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