Ayer en la playa mientras
hablábamos de vivir fuera de casa, vivir este curso en Barcelona, estudios y
precios, etc, comencé a plantearme cómo sería mi hogar ideal. Eso que hacías en
tus tardes de aburrimiento jugando a los Sims y luego te hartabas de ellos y
los quemabas uno a uno mientras bailaban y gritaban de dolor. Era súper macabro
todo. Luego llegué a la conclusión que mi hogar ideal dependería mucho de si
viviera en la ciudad o en el campo. Luego mientras escribía esto, me he acordado de aquel post en Vivir
al Máximo en el que me respondí unas preguntas para saber si debía o no
estudiar un máster. Una de ellas preguntaba ¿Dónde vivirías?
Yo me considero como dice
mi madre una persona con culo de mal asiento. Alguien al que no le gusta acomodarse
en un sitio y todo se convierta en rutina. Eso me aburre. Sin embargo, opino
que al final mi culo estará cansado y querrá asentarse en algún lugar y ese
lugar será el lugar más guay donde yo creo que puedo vivir.
Barcelona es muy bonita
pero hay mucha gente y cuando llega el verano es territorio prohibido para
mantener una buena salud física y mental. Durante el verano, cuando esperas a
que el semáforo para poder cruzar la Avenida Diagonal e ir a otra facultad, si miras el
horizonte de la avenida, este se vuelve ondulado por la calor. A mí eso me da
sensación de estar en el maldito infierno. Luego está Sant Pol, que es preciosa
y hasta ahora no he encontrado mejor lugar para vivir. Ya expliqué una vez porqué me gusta Sant Pol pero quizás el motivo por el que me gusta tanto es por
ese aire hippie moderno que tienen
sus calles y que lucen como si el tiempo se hubiera detenido en ellas. Además
tiene ausencia de kanis y de chonis (probablemente porque no hay una
discoteca en 3 kilómetros a la redonda). Si tuviera el dinero, alquilaría un
pisito en esos bloques de color blanco que están junto delante del mar. Luego
tendría que pintar la barandilla del balcón cada año porque la brisa marina
acabaría con la pintura pero vivir en ese paraíso lo compensaría. Además podría
coger el tren que muere en Calella y unirme a su club chupiguay.
Luego apareció Bilbao en
mi vida, la cual aunque aún no conozco en profundidad, me parece una buena ciudad
para beber vivir. A mí me gusta
porque es una ciudad pequeña y para lo pequeña que es, está muy bien conectada.
Solo tiene dos líneas de metro y con ellas llegas hasta el baño de tu casa. La
vida nocturna es como a mí me gusta, muy de calle: hablar con desconocidos, beber, ir vestido como a tí te venga en gana y
cantar. Sara le pone la guinda a la ciudad pero al contrario de lo que algunos
pensarán, no me gusta Bilbao solo por Sara. Me gusta mucho porque es una ciudad
unida entre sus habitantes.
Una vez asentados mis
pies, debería encontrar un lugar donde asentar mi culo. Un sitio con ventanas grandes para que
entre mucha luz cuando haga sol y para poder ver la lluvia cuando cae; una
cocina grande porque me gusta cocinar y quiero que tenga un moledor de café de
grano para poder tener café recién molido cada mañana; un despacho y poder
decir “Pasa a mi despacho” o “Estaré en mi despacho” y una biblioteca donde al
final los libros me comerán porque nunca tiro (ni tú) ninguno. Un jardín en el
que poder desayunar por las mañanas cuando haga buen tiempo y un espacio para
poder plantar algo aunque mis habilidades botánicas sigan siendo tan pobres que
ni siquiera puedo hacer crecer un girasol. Me gustan mucho los materiales
naturales: la madera y el cristal. Son materiales que transmiten calidez y hace hogar. El escritorio será muy largo y de
cara a la ventana.
Después acabaré en un
zulo que puedo limpiar en 10 minutos y con mejor acústica que ni el mejor Home-cinema del mundo.
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