lunes, 21 de julio de 2014

No hacer nada

Desde que empecé a trabajar, tengo una obsesión por aprovechar el tiempo libre que tengo. Trabajo 8 horas seguidas desde las tres de la tarde y durante la mañana estoy libre. Entonces una fuerza suprema crece en mi interior y me dice “Levántate pronto para aprovechar ese tiempo que tienes”. Eso significa que me levanto cada día a las 9:30 aunque yo me haya ido a dormir a la 1 y media o 2.

Sin embargo, no consigo saciar esta obsesión porque aunque tengo toda la mañana, no tengo suficiente tiempo para hacer todas esas cosas que me gustaría hacer. Hoy mismo me he dado cuenta que llevo desde la semana pasada queriendo poner un nuevo carrete a mí querida Minolta siguiendo el manual y no cometer los errores que cometió mi padre. Hoy lo haré, justo después de publicar esto. De verdad, lo haré.

Lo primero que hago al levantarme (aparte de mear y lavarme la cara) son quince minutos de ejercicio matutino y desayunar mientras leo la prensa. Leer la prensa (porque yo leo más de un periódico al contrario de mucha gente) me quita mucho tiempo, pero lo veo tan imprescindible e interesante que no puedo evitarlo. Primer leo la prensa española y luego le doy un repaso a la inglesa porque siempre profundiza más en noticias de ámbito internacional. Me gusta estar enterado cada día de qué ocurre en el mundo para poder discutirlo más tarde con mi jefe. Hasta este último punto, me doy cuenta que mi vida se ha vuelto asquerosamente rutinaria y aburriría hasta a mi abuela.

Cómo dije hace unos días, el desayuno es lo que más me motiva al empezar el día y por ello siempre lo cambio. Unos días me da pereza hacerme café porque la noche anterior he olvidado dejarlo hecho en la cafetera y decido utilizar sucio café instantáneo (mi tiempo es oro estos). Otros días utilizo el café de Aldi que no está mal pero no se parece ni de lejos al que yo compraba. Después doy rienda suelta a mi imaginación y a falta de granola, buenos son los Chocopic. Estos últimos días me he tirado mucho a por una miel ecológica que compró mi madre. He de admitir que en ese aspecto, mi madre me sorprendió.

A partir de ese momento, queda un espacio de tiempo en el que decido que haré. Si escribo no podré leer otros blogs, otros libros, aprender francés (sigo con mi misión francófona), no ver series o incluso NO HACER NADA. Es todo un círculo vicioso y no podré pararlo hasta que consiga más horas libres.


De momento me despido feliz porque me quedan aún varias horas y voy a ponerle el carrete a la señorita Minolta. 

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