domingo, 27 de julio de 2014

Superman y bola plus

El sabado por la noche, después de una celebración de cumpleaños fallida, me fui a jugar al bingo en una sala de juego a las afueras de Pineda de Mar. Hacía ya varios meses que algunos amigos me habían dicho que iban a jugar al bingo muy de vez en cuando durante una hora o dos. El tópicazo de ser un juego para la tercera edad se hizo real cuando llegué. Aquello era como un club, un GRAN CLUB de la tercera edad en el que aparte había excepciones como nosotros que iban a probar suerte y a matar el aburrimiento de un sábado normal de verano. El ambiente que tenía aquel lugar era tan +cincuentón que incluso las camareras tenían esa voz fumadora y ese lenguaje tan “de quinta” (“Nenes ¿Pasáis?” nos decía la camarera con voz de fumadora y los cartones en la mano) que utilizan ellos para que te sientas como en casa. Incluso el que parecía el jefe de sala, combinaba perfectamente con el público: barriga, pelo corto con canas, gafas y apariencia seria, un hombre con cara de llamarse entre los amigos Pepe, Andrés o Manolo, algo típico de esa quinta.

El ambiente en si era bastante serio, quizás de juego, todo el mundo estaba por sus cartones y las yayas estaban muy pendientes de todo, como si llevaran años allí y fueran las reguladoras del juego. Definitivamente se respiraba cierto ludopadismo en la sala. Todo parecía estar diseñado para que consumieras. El simple hecho de comprar un cartón (por solo dos euros), te permitía iniciarte en el consumo de cualquier bebida, plato, helado que se te antojara. Así como podías meterte una copa de cava  por 1,50 euros o un helado de tres sabores por 2 euros, podías cenar por cinco.

De hecho, la razón por la que decidimos ir aquella noche al bingo, fue porque se repartían primas Superman (como anunciaban en la entrada) de 1500 euros cada media hora. El efecto Superman se había notado en la sala, pues mis compañeros me habían dicho que normalmente la sala no estaba ni la mitad de llena, aquella noche sin embargo, prácticamente lo estaba.

En mi primera partida, noté un subidón de adrenalina muy tonto. El precio del cartón te invitaba a comprar más y más y decidí muy pronto ponerme un tope. Aquellos ancianos tienen una velocidad mental alucinante, ven los números más rápido que un joven. Yo solo podía manejarme con un cartón por partida, pero aquellos ancianos bien entrenados, podían jugar con más de ocho cartones a la vez.

Al iniciarse la partida, se hace el silencio, uno ha de ir muy rápido pues el primero que cante línea, es el que se lleva el extra. Pronto cantan línea y hay gritos de maldición a nuestros alrededores. Las abuelas se enfadaban  cuando alguien se les adelantaba o solo les queda un número. El juego sigue y de repente suena en la sala “Bola plus” un premio extra de 50 euros. La expectación llegó a su punto álgido a una de la mañana con la última prima Superman. Decidimos hacer nuestra última jugada con dos cartones por persona y un total de once euros gastados en bingo aquella noche. Yo pensaba que a alguien le iba a dar un ataque cuando cantara bingo. En aquella ocasión, alguien cantó línea por error y casi lo cuelgan en la sala. La anciana que ganó a Superman, gritó un BINGO de alegría.


Abandonamos el bingo y mientras iba hacia la puerta de la sala, miraba la cantidad de cartones y dinero que tenían esos abuelos. Esos sí que viven bien. Un Mcflurry de vuelta a casa antes de acabar con un sábado suave con estilo binguero. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario