lunes, 7 de julio de 2014

El verano es "maravilloso"

Hace nada, leía en el blog de una chica, lo maravilloso que es el verano. Una mierda. El verano solo es maravilloso para aquellos que pueden disfrutar de él. Con este verano, es el quinto año que trabajo en verano. Los trabajos de verano son agotadores, estresantes y calurosos. Si a este año le añades que he estado de Erasmus, mi depresión se agrava. La fortuna y mi incompatibilidad de agenda, hizo no poder cambiar mi cochambroso (a la par de privilegio) puesto de trabajo con turistas, por uno dedicado a lo que estudio. Añadámosle y este es un factor decisorio, el trabajar con tu madre.

Cuando empecé con 16 años, era el único pringado (o afortunado) de mis amigos, que trabajaba en verano; mis amigos se iban a la playa, yo veía a la gente pasar por delante con la sombrilla y las toallas y yo estaba allí, atendiendo a un maldito ruso que me hablaba en jodido ruso como si yo hablara puto ruski. Esto parece un post de desahogo y consolación, puede que lo sea. Sin embargo, con los años, mis amigos han ido entrando al mercado laboral, de forma más o menos dura que yo. Ahora me ha tocado a mí consolar o dar fuerzas a aquellos que afrontan su primer empleo de verano. Esos compañeros de trabajo; esos clientes que se creen que no les llegas, ni a la suela de la chancla o incluso esas horas de reloj que no pasan y tan eternas se hacen.

¿Cómo me motivo frente a eso? Mi único foco de motivación en este caso, es el salario a fin de mes. Puedo decir desde hace años y con la cabeza alta, que alcancé la independencia económica de mis padres (a excepción de mis estudios). Me motivo pensando en los viajes que haré a final de verano; ese portátil nuevo que me compré con mi primer sueldo; el dinero extra que ahorré para irme de Erasmus y me permitió hacer todas esas cosas que no podría haber hecho si no hubiera trabajado.

Y cuando ese ruso me explica su vida y analiza con su escáner una toalla de playa en busca de defectos, yo pienso en septiembre cuando por fin podré ver a Sara en Barcelona. También tengo ganas de volver a pasarme por el norte para ganar alguno de los kilos que perdí en Irlanda y aún no he recuperado. Vuelvo en sí y el ruso me da el certificado de aprobación.

Qué diferencia entre mis días pre-trabajo y los de ahora. Antes despilfarraba mi tiempo libre. Si un día no veía una serie, la veía al día siguiente; si no estudiaba francés ese día, lo hacía dos días después; si no iba a correr, lo hacía por la noche. Ahora, mi tiempo es oro y gestionarlo es un trabajo más complicado que extraer gas con el método fracking. Hago malabarismos para poder escribir, ver Black Sails, West Wind, Friends o Leftovers o hacer ejercicio y mi día de fiesta se ha convertido en un día en el que algo grande ha de ocurrir.

No dejo de pensar en lo afortunado que soy de tener un trabajo pero también miro con rabia a otros que consiguen lo mismo con menos esfuerzo. El año que viene, si el universo/Dios/Buda/ o yo hago bien las cosas, entraré en ese mar de agonía juvenil post-universitario llamado mercado  laboral.

¡Ánimos a todos! ¡Disfrutad del verano como podáis! ¡Yo lo hago!

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