Odio hacer
maletas. Justo he acabado de hacer la maleta para Bilbao. El asunto se complica
al volar en avión porque las medidas me tienen contra las cuerdas. Ahí estoy yo
con el metro a cuestas midiendo mi equipaje de mano. He trazado un astuto plan
B en caso de tener problemas con esos nazis de la puerta de embarque y me impiden
ir a las Vascongadas.
Como biensabéis, me gusta volar. El avión es un medio de transporte guay. Cuando voy en
avión me siento como Harrison Ford en AirForce One: el avión del presidente e imagino las voces de los controladores
llevando a cabo una misión súper especial: llevarme a Santander. A mí me da por
sospechar que en el avión vamos a ser cuatro y el del tambor.
Llevo horas
sopesando la posibilidad de enfundar mis queridas y mimadas botas que compré
hace ya un año y unos pocos meses. Cuidadas con sumo esmero untándoles grasa de
caballo para protegerlas de la lluviosa, lluviosa Irlanda. Mis botas han estado
a mi lado frente a innumerables aventuras. Estuvieron conmigo cuando un huevo
reventó en mi espalda. Estuvieron conmigo cundo estalló la ciclogénesis
explosiva en Cork y nos obligaron a quedarnos dentro del edificio de
matemáticas. Estuvieron conmigo en las inundaciones de marzo del 2014.
Estuvieron conmigo cuando hice mi primer huevo frito sin miedo a que el malvado
monstruo del huevo frito me atacara con su ataque aceitoso.
Por eso mis
botas se merecen volver a pisar la calle. Me encantan mis botas porque me hacen
estar más bueno. No es broma, es así y esas botas aumentan mi sex appeal en un 120% (valores
científicamente no calculados). Sin embargo, el otoño está siendo caluroso, no
apetecen castañas asadas, ni boniatos o manzanas asadas con azúcar y canela.
Hoy por la mañana aún he llevado unas bermudas pero decreto oficialmente su
retirada para este año. Así pues, una vez más dejaré a mis queridas botas en el
cajón a la espera que llegue la primera borrasca, Quechua vuelva a reinar en mi
vestimenta diaria en forma de parca y calcetines.
Mañana a esta
hora estaré compartiendo pintxos y cerveza con mis bien aventurados amigos
gabachos exerasmus y con la princesa vasca. El viernes, llega La Barba. Como
bien habéis podido percibir, este post ha sido un esfuerzo por dedicaros mi
amor por vosotros y escribir unas líneas antes de abandonaros durante 4 días.
Si no vuelvo quiere
decir que un vasco me ha confundido con un tronco en una competición de cortar
troncos.
Adeu!
Déjame Bilbao limpito y organizado! que voy para allá en dos semanas! En qué va a consistir el plan B, por cierto ? :)
ResponderEliminarjajajajaj el Plan B consistía en dejar un poco de espacio en la maleta para poder meter dentro la mochila que llevaba en la espalda! Pero ningún problema! A parte del incendio en al calle Iparraguirre no hay ningún otro cambio. Bueno sí esa horrible carpa de Oktoberfest en Deusto pero cuando llegues ya habrá desaparecido!
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